La Anti-estética de Justin Lieberman

Waiting for a Train, 2006
C-Print

La producción artística de Justin Lieberman imita las formas convencionales de representación de objetos e imágenes a partir del uso de colecciones privadas, archivos públicos, publicidad comercial, y formatos de exhibición. La obra de Lieberman frecuentemente contiene matices cómicos, pero la rama temática retoma asuntos sombríos como la historia, crisis personales y la publicidad.

El trabajo de Lieberman no puede ser catalogado dentro de una sola técnica ya que el artista usualmente concibe su obra a partir de una idea y posteriormente ésta es desarrollada a partir del medio que la exprese mejor. El resultado se caracteriza por la combinación de soportes y técnicas: collage, escultura, pintura, instalaciones o medios digitales a lo largo de toda su producción.

La obra perteneciente a la Colección Adrastus, Waiting for a Train (2006), consiste en una fotografía del artista con barba sosteniendo una sombrilla abierta mientras que se encuentra encorvado sobre una silla de ruedas colocada en medio de las vías del tren. En esta pieza, la anti-estética de Lieberman desafía el sistema de categorización, consumo y orden aparente, ya que la pieza misma está plenamente dirigida hacia la tautología.

Waiting for a Train (2006) revoca los temas de moralidad y clase que forman parte de la estética. Esta imagen también fue utilizada para crear Lexapro (2006). La frase “DON’T LET IT COME TO THIS” aparece sobre la acción y el logo de una medicina antidepresiva aparece en la esquina inferior derecha.

La tensión entre el texto y la imagen, así como la tensión entre la creación artística y comercial son temas recurrentes en el artista. A pesar de que Lieberman ha declarado que utiliza la apropiación como una manera de evitar la obscuridad de las formas ambiguas, el artista busca resaltar la presencia del individuo al descontextualizar sus apropiaciones.

En este caso, de acuerdo a declaraciones propias, Lieberman resalta la individualidad de la apropiación al aceptar que el propio artista ha utilizado esta droga. Este cambio en el matiz moral de la obra transforma una macabra parodia en un recurso de confesión. Lieberman no se burla de la industria farmacéutica por tratar de vendernos pastillas de felicidad, sino que se admite los beneficios de la terapia farmacéutica. El fin de una campaña publicitaria es que los consumidores se conecten a partir del uso de palabras genéricas pero familiares; sin embargo, Lieberman nos recuerda que estas frases computarizadas tienen un impacto real sobre nosotros. En contraparte, esta obra nos recuerda que uno de los irónicos efectos secundarios de tomar medicamentos antidepresivos es el incremento de pensamientos o comportamientos suicidas; cuestionándonos si realmente “Lexapro” nos salva la vida o termina por matarnos.

Nacido en 1977, Gainesville, Florida, Justin Lieberman vive y trabaja en New York. Se graduó de la Universidad de Yale, New Heaven e hizo su doctorado lo realizó en la Escuela del Museo de Bellas Artes de Boston. Entre sus exhibiciones individuales se encuentran Zach Feuer Gallery, New York; Sutton Lane, Londres; Me.di.um, St. Barthelemy; y Rodolphe Janssen Galerie, en Bruselas.