Shedding – Eduardo Basualdo

Installation View of the Eduardo Basualdo’s exhibition “Shedding”

Eduardo Basualdo nunca deja de sorprender a su público con estructuras que se sumergen totalmente y, a veces, abruman, lo que significa que este espectáculo fue muy esperado. La exposición de instalación a gran escala de Eduardo Basualdo, “Shedding”, se inauguró en la Scrap Metal Gallery, Toronto, Canadá, el 20 de febrero, solo para ser cerrada unas semanas después debido a la crisis de salud. Sin embargo, normalmente disfrutamos probando a su audiencia y su enfoque continuo del espacio teatral, relacionando los cuerpos del espectador con sus acciones, su presencia física con su arte, estábamos ansiosos por interactuar.

La Colección Adrastus (AC):  El miedo es tan real como la ficción incorporada en tu trabajo, incluso una vez dijiste: “La fragilidad… es un estado muy atractivo para pensar y sentir”. Tu exposición “Shedding” no podría llegar en un momento más temible, ¿cómo crees que se involucraría el público durante esta pandemia actual?

Eduardo Basualdo (EB): Creo que la amenaza agudiza los sentidos. Es desde ese lugar que me interesa el misterio más que el miedo. Me gustaría poder acercarme al estado de alerta con la obra, perforar la dimensión social que  atraviesa el consumo de arte y acceder a la intimidad. En relación a este momento que vivimos creo que tiñe todo lo que vemos, no puede ser de otra manera. Cualquier cosa que veamos la podríamos relacionar con lo que nos atraviesa hoy. Mi última exposición planteaba un momento de transformación, una muda de piel universal, como si el cielo se hubiera venido abajo y tuviéramos que renacer de las cenizas. Durante el tiempo que estuvo abierta cada visitante asoció la muestra con la catástrofe más inmediata que conocía. Pero la asociación a un episodio específico es anecdótica para mí, no importa en qué tiempo ni en qué circunstancias, lo importante en este proyecto era subrayar ese paso del tiempo inexorable que nos convertirá en cenizas. Es cierto que esta obra hace foco en una catástrofe colectiva, pero suceden cientos de ellas todo el tiempo en todos los tiempos. Son parte de nuestra historia y evidentemente de nuestro futuro también. La exhibición propone una mirada general, dramática pero con distancia. Un punto de vista astronómico de la humanidad.

 

AC:  Aumentas la conciencia del espectador de su propia presencia física a medida que crea realidades alternativas con su trabajo, revelando lo absurdo de las estructuras institucionales diseñadas para restringir, durante este tiempo de tanta restricción, ¿cómo ha tenido un impacto en tu trabajo?

EB: No sé si trabajo tanto con el absurdo, creo que es solo la duda hacia lo que entendemos como lógico. Los momentos de excepción como el que estamos viviendo nos sensibilizan de por sí. Nos obliga a detenernos, a reconocer cómo y dónde estamos. Nos enfrenta a lo efímera y vulnerable que es nuestra vida y nos interroga sobre el sentido de nuestra práctica cotidiana. Para mi este momento reúne los mejores atributos que puede tener una obra de arte por lo tanto creo que tenemos que observarlo y transitarlo con mucha sensibilidad. Es dramático, pero es distante también, es invisible y terriblemente material. Es hiperreal, pero se parece mucho a las ficciones que hemos imaginado también. Y encima es omnipresente.

 

AC: Tu trabajo es muy sensorial e interactivo, discurre en torno a los confines reales e imaginarios del cuerpo.  El tacto ha sido tema central en algunas de tus obras como módulo, en la que tu mismo has expresado anteriormente: ”Tiene que ver con el tacto como el nuevo sentido que te permite discriminar qué es real. Por que la vista engaña, pero el tacto no.”, y exploras la idea del “cuerpo como una cárcel permeable”. El momento actual el tacto es prohibido. El cuerpo sigue siendo una cárcel.   ¿Podrá la vista por fin reemplazar al tacto, o nos quedaremos mancos de un sentido? ¿Cuáles son tus impresiones al respecto?

EB: Siempre asocié la vista con nuestra dimensión racional, capaz de abordar grandes porciones de realidad, muchas a la vez y a una velocidad parecida a la del pensamiento. El tacto es más lento, mucho más limitado y territorial. Está directamente relacionado con nuestro cuerpo. En mi obra siempre aparecen disputándose el sentido de realidad. No creo que uno sea mejor que el otro, pero sí que la vista está tecnológicamente sobre estimulada y el tacto cada vez más olvidado. Mi interés no está centrado específicamente en tal o cual sentido, lo que me atrae es generar desplazamientos entre ellos. Combinaciones entre el pensar y el sentir.

Esta pandemia agudiza la polaridad. Por un lado sobre explota lo visual, al no poder siquiera tocarnos nos expone a un incremento en el uso de interfaces. Profundiza la distancia. Pero a su vez acelera tanto ese proceso que hace evidente la pérdida. Genera una especie de nostalgia sobre un sentido que de alguna manera ya habíamos resignado. Al mismo tiempo esta enfermedad impacta sobre nuestra materialidad, nos recuerda que somos un cuerpo poroso que puede morir, rompe con esa ficción de inmaterialidad impermeable propia del mundo visual. Nos amenaza y  nos vuelve a poner en contacto con nuestro cuerpo y su cuidado. Creo que es un momento de hipersensibilidad, en el que no se impone un aspecto sobre el otro.

 

AC: ¿Cómo imaginas la naturaleza maleable y delicada de tu trabajo para adaptarse a futuros espectáculos? ¿Podremos tener la sensación incluso si la experimentamos en línea?

EB: El espacio es central en mi trabajo ya sea el tridimensional de una sala de exposiciones,  el de nuestro propio cuerpo e incluso el espacio imaginario que podemos experimentar con la literatura. Sería cuestión de encontrar ese nuevo espacio a donde alojar obras y espectadores. Siempre filmo mis instalaciones y en el último tiempo me di cuenta de que tengo una mirada específica sobre ellas. Puntos de vista, recorridos, tiempos, detalles, siempre estoy imaginando una manera precisa de observarlas. Leo mis obras desde lugares narrativos, como una sucesión de momentos. Me imagino generando relatos visuales, porosos, con saltos y fisuras. O todo lo contrario, organizando encuentros clandestinos en casas particulares para pocos participantes protegidos con escafandras.

Imágenes de la instalación de la exposición de Eduardo Basualdo: “Shedding”

Las palabras de Eduardo tocan las limitaciones de la sociedad actual pero generan una conversación sobre el desplazamiento en el que ya nos encontramos. Recordándonos la falta de familiaridad y sensibilidad que la sociedad está enfrentando además de la actual pandemia. El desafío cotidiano o el desastre natural se relaciona fácilmente con sus realidades alternativas, y su cuerpo de trabajo continuo se propone continuamente para que su audiencia se dé cuenta de esto.

Este “hiperreal” e “hipersensibilidad” se describen como características inherentes en nuestros paisajes si queremos progresar. Sin embargo, es el hecho de destacar el material de sus obras de arte, lo que lo ilumina, como “un cambio universal de piel”, lo que demuestra la fragilidad y la esencia de su trabajo. Basualdo desea establecer los efectos del material de su trabajo de una manera que nos brinde la oportunidad de reconstruir nuestros propios pensamientos. Centrándonos en “ese inexorable paso del tiempo que nos convertirá en cenizas” podemos imaginar su materia oscura y materiales en paralelo a la alegoría de la cueva de Platón. Las afirmaciones de Platón, al igual que Basualdo, de que el conocimiento se obtendrá a través de los sentidos y que, para tener conocimiento real, debemos obtenerlo a través del razonamiento y la educación. Con el objetivo final de la educación para ayudar a las personas a conocer la Idea del Bien[1], que debemos seguir virtualmente para las generaciones futuras.

 


[1] Blankenship, J., 1996. EDUCATION AND THE ARTS IN PLATO’S “REPUBLIC.” The Journal of Education, [online] Vol. 178(No. 3, Cultural Foundations & Educational Heritage, Part I), pp.pp. 67-98. Available at: <http://www.jstor.org/stable/42741826?seq=1#page_scan_tab_contents> [Accessed 5 August 2015].